martes, 16 de junio de 2009

YO TENGO TAMBIEN CULPA

Muchas han sido las ocasiones en las que las cosas no me han salido bien o mejor dicho peor de lo que esperaba. Y es que en la vida hay muchas situaciones que dependen de tí y otras en las que eres meramente un actor pasivo. Al menos así lo pensaba y era una cómoda posición delante de las adversidades.

- Yo no tengo la culpa.
- He hecho todo lo que podía hacer.
- Por mi parte no ha sido.
- Yo no tengo la culpa si los demás...
- Mi posición era la correcta....
- La razón estaba de mi lado, pero no puedo controlar las decisiones de los demás...

Eran algunos de mis pensamientos tranquilizadores.

Pensar que uno siempre tiene la razón y los demás son los que están equivocados forma parte de lo más auténtico y natural de la raza humana. Casi es como la identidad que todos tenemos de nuestra personalidad. Parece que sea una traición a nosotros mismos si actuamos fuera de nuestra seguridad, fuera de nuestro comportamiento. Es más cómodo culpar a terceros que a nosotros mismos.

Es un gran esfuerzo juzgarnos a nosotros mismos de las cosas que hemos dicho o hecho. Lo primero que nos viene a la cabeza es la búsqueda de una justificación de nuestras decisiones o comportamientos.

Me costó tiempo pensar de que lo primero que tengo que hacer en una situación en las que las cosas no me han salido como yo pensaba es en pensar de que existen dos orígenes de las causas:

Los demás.
Yo mismo.

En los demás es complicado de actuar y de poder analizar cosas, pero no en el segundo plano, es decir en mí mismo. Si pienso que una parte de la causa viene por cosas que he dicho o actuaciones que he tenido o procesos de pensamiento que he realizado, posiblemente podré identificar mejoras y entender a veces porque las cosas no han salido bien.

Nunca una situación tiene una causa única y un causante único. Aunque es más fácil y menos pensante para nuestra autoestima el pensar de que sí, que todo es en absoluto y que además son los demás los que lo han hecho mal.

Un día estaba leyendo en el periódico La Vanguardia. En una de las entrevistas diarias sobre personas relevantes, no me acuerdo de quien era, pero decía que había un gran sabio que dijo:

“ ...de joven quería cambiar el Mundo. Con el tiempo me di cuenta de que no lo podía cambiar y me dediqué a cambiar mi País. Tampoco tuve éxito e intenté cambiar mi ciudad. Después de otro fracaso mi objetivo más inmediato era cambiar mi familia, y tampoco tuve éxito. Antes de morir me di cuenta que tenía que haber empezado por cambiar yo. Me había dado cuenta tarde de que el cambio empieza desde el ejemplo de uno mismo”.




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