Poco
tiempo he tenido últimamente, delante de esta vorágine de este mundo tan loco que nos está tocando vivir. Pero
siempre encuentras algún hueco para dedicar la vida... a eso... a la vida…He tenido
la gran suerte que alguien hiciera caer en mis manos el libro de Luis Galindo
“Reilusionarse; Apasiónate por la vida”. Recomendable al 100%, sobretodo si
piensas que lo que te pasa en la vida depende en gran medida de tu actitud y tus
decisiones.
Tiene
historias fantásticas y emocionantes…Allá va una con el permiso del autor, Luis
Galindo:
“Me gustaría que conocieras una historia que
me contó un amigo de su época como voluntario en un Hospital de Madrid. Durante
los años que trabajó en el centro, hubo muchos casos que llamaron su atención,
pero sin duda el que te voy a narrar es un buen ejemplo para explicar en que
consiste la generosidad. Cuando mi amigo ejercía de voluntario conoció a una
niña de apenas cinco años, Raquel, que sufría una extraña enfermedad. Mi amigo
no supo concretar bien en qué consistía su mal, pero todo el personal de la
planta- incluidos los voluntarios que acudían a ayudar en su estancia
hospitalaria a los pequeños- sabía que su única oportunidad para recuperarse era
recibir una transfusión de sangre de su hermano Pau, de 7 años. Al parecer,
éste había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad que ahora amenazaba
la vida de su hermanita y había desarrollado los anticuerpos para combatirla.
Junto a sus padres, el médico que la trataba
explicó, de la mejor manera que supo, la situación a Pau y le preguntó si
estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Mi amigo, que estaba presente
en la conversación, me dijo que vio dudar al pequeño durante un breve instante,
antes de dar un gran suspiro y decir: “Sí, lo haré, si eso salva a Raquel”.
De inmediato, el doctor ordenó que dispusieran
todo lo necesario para realizar la transfusión. A la pequeña se el acababa el
tiempo.
Acostaron al niño en una cama que situaron
junto a la de su hermana y comenzaron al transfusión. Pau sonreía y nos miraba.
Todos, por fin, teníamos la esperanza de que comenzara la recuperación lenta y
costosa de la niña. De pronto, el niño dejó de sonreír y su cara se tornó
pálida. Miró al doctor y le preguntó con un hilo de voz: “¿A qué hora empezaré
a morirme?”. Todos nos quedamos sin habla Era sólo un niño de 7 años y de la
explicación del doctor no había comprendido una parte. Pau pensaba que tenía
que dar TODA su sangre a su hermana…Pero aún así se la daba, aun así había
dicho que sí…
Cuando nos dimos cuenta de la situación,
ninguno de los que estábamos allí pudimos contener las lágrimas de emoción al
pensar que aquel pequeño había decidido dar su vida por salvar la de su
hermana.”
Gracias
Luis Galindo….Sin palabras…