miércoles, 13 de junio de 2012

EL VALOR DE LO QUE HAGO...

Erase una vez, una historia que es real pero que la explico como sino lo fuera...

"Había llegado el momento. Uno de los momentos importantes de la vida. Iban a ser padres por primera vez. Y al verdad es que  los dos, Juan y Ana tenían muchas ganas. Había sido un embarazo lleno de altibajos,...bueno más bajos que altos!. Ana se había  sentido mal todos los interminables nueve meses. Después de los incómodos vómitos de la primera parte del embarazo , vinieron los males de espalda, la pesadez, el azúcar...Y Juan con paciencia le había ido ayudando, pero aunque ello mermó también su energía.

Hoy todo aquello podía ser historia. Era el día que Miguelito, su hijo, iba a asomarse al Mundo. Era el día del final de las pesadillas del embarazo y el inicio de la responsabilidad de traer al Mundo una nueva vida. En el fondo, aunque ninguno de los dos se lo decía ello les imponía y mucho. Les daba más respeto y miedo que no los abatates del embarazo.

Nació Miguelito. Oyeron su llanto. Ana lo abrazó y lloró de alegría. Juan lo abrazó y dió gracias a Diós por traerles un niño tan hermoso. Pero no pudieron disfrutar de más de quince segundos. La enfermera se llevó a Miguelito...Querían revisar su salud. Parecía que alguna cosa no había acabado de ir bien.

Ana y Juan se miraron y después de escuchar las palabras de la enfermera se quedaron atónitos. No podían creer que algo hubiera pasado mal. Que su querido Miguelito estuviera enfermo...Se abrazaron profundamente. Ana lloraba preocupada y desconsoladamente y Juan intentaba tranquilizarla. Aunque solamente era por fuera, ya que por dentro rezaba sin descanso a para que no le pasara nada...

Miguelito había nacido con algún problema (Que no viene al caso para la historia). Y se mantuvo en la incubadora. Los primeros días perdió peso y ello dejo preocupados a todos... El sufrimiento era enorme. La sensación de impotencia de no poder hacer nada por él inundaba con tristeza los corazones de Ana Y Juan.

Era importante que Miguelito cogiera peso, era importante que fuera recuperando cada día.

Al tercer día la enfermera hizo pasar a Ana a la operación de pesaje. Miguelito había ganado peso por primera vez en tres días!!...Ana estaba alegre, muy alegre...Miro a Miguelito con todo el amor del mundo, miro a Miguelito con lágrimas que corrían por sus mejillas, miro a Miguelito...Y de repente supo que se curaría, supo que iba a ganar peso, supo que algo pequeño del empeño de Ana vigilaba para que su hijo ganara peso cada día, algo inesperado, algo sorprendente, algo que le daba mucha seguridad a Ana....Había mirado la báscula y se había fijado que las células de pesaje del aparato eran de su empresa. Eran las células de pesaje que ella controlaba cada día en su empresa. Era su emepño diario, era su complicidad profesional, era su energía de hacer las cosas bien, era su sudor laboral...

Sabía que esa energía positiva y empeño que ella ponía cada día en hacer su trabajo le ayudaría a hacer que su hijo ganara peso...Sus células de pesaje la iban a ayudar!!!

Así fué. Miguelito se recuperó rápidamente y salió del hospital.

A los tres días Ana se fue directa a su empresa, se sentó en su puesto de control de la producción de las células de pesaje... y con gozo y satisfacción se dijo a sí misma:

Mi trabajo tiene sentido de vida, es capaz  de tener una misión en esta vida, en mi vida!"

...Cuantas cosas hacemos y no miramos el valor social, moral y real de lo que hacemos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó la historia, sobre todo porque es cierto a veces nuestro trabajo se torna tan monótono, que a veces nos parece poco importante.