martes, 2 de agosto de 2011

¿Y PORQUE NO ME DUELE?


Vengo del Camino de Santiago. De andar, andar, andar,andar y andar...Muchos kilómetros para una persona poco habituada a hacerlo.


Muchos kilómetros para un cuerpo sedentario, acostumbrado a pasar muchas horas sentado trabajando.

Muchos kilómetros para unos pies holgazanes que descansan todo el año al cobijo de unos buenos zapatos.

Muchos kilómetros para unos piernas en baja forma.

Muchos kilómetros para un cuerpo como el mío.


Mi motivación interior me ha llevado a superar la baja forma de mi cuerpo. Mi motivación interior me ha dado una energía sublime de ir devorando kilómetro tras kilómetro del Camino.


Esta motivación interior acompañado por la ayuda y mágica actitud de mi mujer me ha dado fuerzas para hacer lo que nunca había hecho en mi vida.


La motivación interior que se refuerza también de los caminantes anónimos que te acompañan en esta senda. Con simpatía y amabilidad te saludan y te explican sus aventuras y sus reflexiones.


Andar, andar, andar, andar y más andar...te despoja de la contaminación de lo cotidiano. Te limpia por fuera y por dentro.


Tus piernas en un momento dado se desconectan de tu cerebro y empiezan a funcionar de forma autónoma , se conecta un inesperado piloto automático. Los dolores de las articulaciones empiezan a formar parte de ti. Primero te molesta, pero con el tiempo se llegan a convertir en compañeros de tu viaje. En ese momento te dejan de molestar. Aprendes a vivir con todo. Con el cansancio, con los dolores, con los infinitos kilómetros…


“¿Y como es que me pasa?¿Como es que no me molesta el dolor y el cansancio?”, pensé en un momento del Camino.


Ese momento se produce cuando el continuo marchar del Camino, los infinitos kilómetros te hacen conectar contigo mismo, con tu interior. Te ves desde dentro de ti. Observas desde dentro tus piernas marchando ligeras y decididas, ves desde dentro como tus articulaciones se mueven sin parar a pesar de algún desajuste, ves tu cuerpo sudar, sientes tu piel como se tuesta por el sol...Pero sobretodo ves como tu interior se pone en el centro de tu existencia. Y eso no cansa, al revés eso da energía. Eso purifica tu vida. Te da una fuerza que supera a cualquiera de tus desfallecimientos físicos.


El Camino te hace poner en estado de “escucha interior”. Cuando te escuchas a ti mismo empiezas a conocerte, a cuestionarte a ti mismo. A poner en duda y debate interior muchas cosas que haces, muchas cosas que sientes, muchas actuaciones que haces...y que no haces. Se limpian tus pensamientos y los abres a tu autocrítica. Desde el diálogo interior: diálogo íntimo y sincero.


En ese momento encuentras infinidades de situaciones o pensamientos que son necesarios de revisar desde esta óptica interior. Tienes tiempo para hacerlo, tienes fuerza interior para dedicarle.


Allí desconectas de la parte física del Camino; Vas pasando por interminables subidas, por cuestas imposibles, por dolorosos descensos, por llanos infinitivos, por bosques de castaños, por bosques de eucaliptos, por bosques de nogales, por caminos de piedra, por caminos de tierra, por carretera asfaltada, sin asfaltar, por pequeñas aldeas abandonadas, por pueblos pequeños, medianos, grandes,.. Por túneles, por puentes, por pequeños riachuelos, por grandes ríos, por prados con vacas, ovejas, caballos, gallinas...Por campos de maíz, trigo, girasol, alfalfa, colza, cebada,...por huertos con tomates, acelgas, repollos, pimientos...Vas pasando por uno, otro, otro y otro pilar que te marca los kilómetros que te faltan hasta llegar a Santiago. Y desde tu fuerza interior continuas sin dudar, sin desfallecer. Vences al dolor y al cansancio.


La motivación por la que haces el Camino y tu diálogo interior te dan alas. Te lleva en volandas a Santiago. Y la llegada pone los pelos de punta. La entrada a la plaza se hace eterna. Antes de alcanzar el final pasas por un túnel. Un gaitero hace sonar su gaita con gracia y energía. Su sonido agudo entra por los poros de tu piel, y como si pasara por los circuitos de tu cuerpo alcanza tu alma. Despierta las más profundas emociones. Un escalofrío te hace temblar . Esa debilidad te agrada, te hace sonreír.


Aquel motivo por el que haces el Camino se hace más presente que nunca. Te emocionas mucho, pero mucho, los ojos se humedecen, dejas caer una lágrima, lloras de alegría!….


Y das gracias por todo lo que has aprendido en el Camino. Das gracias por el motivo que te ha llevado a hacer el Camino. Das gracias a vivir esta gran experiencia.


Y lo más importante...Doy gracias por tener a mi lado la persona más maravillosa del universo.



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