Todo el mundo queremos sentirnos motivados de forma permanente. Sabemos que en este estado es cuando sentimos las emociones más intensas y más positivas. Cuando estamos motivados estamos energéticos, listos, dinámicos, frescos, alegres...y sobretodo estamos felices.
Parece que cuando estamos motivados no tememos a nada y a nadie. La motivación nos da seguridad , nos da control de las situaciones…
Todo ello se vuelve negativo cuando perdemos la motivación, cuando por alguna razón la situación no nos gusta, no nos favorece. La energía se vuelve cansancio, la agudeza mental en torpeza, el dinamismo en apatía, la frescura en pesadez, la alegría en tristeza.. Y la felicidad en infelicidad. En estas ocasiones solemos excusarnos con que ello viene causado por elementos externos a nosotros, que no tenemos la culpa. Los planetas se han alineado contra de nuestros intereses, que la gente nos tiene manía, que no nos aprecian... Muy pocas veces pensamos que uno mismo tiene también intervención activa en ello...Es más cómodo no asumir la responsabilidad.
Cuando la realidad es que la distancia entre motivación y desmotivación es la actitud. Estar o no motivado parte de nuestra predisposición a quererlo estar o no. Muchas veces la misma situación la hemos vivido desde la motivación o desde la desmotivación. ¿Y por que?.
Es cierto que hay factores externos que tienen su incidencia en nuestra motivación. ¡No vivimos sólos!. Pero estar motivado depende principalmente de uno mismo , de tu actitud:
1- Depende de “como” enfoques la situación. Si la desarrollas desde tus fortalezas excelentes e innatas de personalidad o desde las habilidades deficientes. La posibilidad de poder dar todo lo mejor de tu personalidad y desarrollar todo tu talento te motiva. Y eso depende de ti. Nadie te va a decir ni obligar a como hacer algo.
2- Depende del valor que sepas encontrar en lo que estás haciendo. Si analizas que lo que estás haciendo o en lo que estás trabajando tiene un gran valor emocional, familiar, colectivo, técnico, social, ecológico… te motivas al convencerte que lo que haces vale la pena. Preguntarse en que va a ayudar y a quien va a favorecer está en ti.
3- El reconocer que el aprender cada cosa nueva, indagar en cada cosa que exploras, el aprender de los errores, el trabajar de forma diferente, el ocuparte de actividades innovadoras,...es una actitud personal. Es claro que la apertura a ello te hará crecer personal y profesionalmente. Te brindará una mayor seguridad. Te blindará.
4- Las oportunidades siempre están allí. En ocasiones se disfraza de “suerte” la habilidad de una persona en saberlas identificar y afrontarlas. Está en cada uno de nosotros en mantener una actitud positiva y proactiva en donde poder aplicar nuestro talento, nuestra personalidad,...en identificar aquellos momentos e ir a por ellos con el convencimiento de que se resolverá satisfactoriamente por muy complejo que sea el reto.
Solamente depende de los demás el reconocimiento. Ello refuerza la actitud de motivación que debemos de tener. Obtener reconocimiento por una labor bien hecha es complemento extraordinario a nuestra motivación, pero no la razón de nuestra actitud. Y más si tu fuerza interior, aquello que te hace ir más allá del cansancio y de lo posible, es servir a los demás. En todo caso el reconocimiento viene colocado temporalmente después de tu actitud. Porque te van a felicitar, si es que lo hacen, por algo que tu ya has enfocado, desarrollado y logrado!
Tu motivación nace en tu actitud y no en la de los demás.