En ocasiones tu jefe te llama a su despacho. No sabes muy bien porque. Incluso piensas que alguna cosa mala has realizado. “¿Me van a reñir?”, piensas dubitativo.
Le das mil y una vueltas a todos los temas. Siempre acabas encontrando alguna cosa que no has acabado de hacer bien, algún fallo escondido, alguna actuación desafortunada. Y sobre ese tema crees que te van a interrogar o castigar. “Lógico no somos máquinas, somos personas que hacemos cosas bien y cosas mal” te justificas.
La actitud a tomar en estos casos depende de cada uno. Hay dos opciones: el camino positivo o el negativo. Personalmente me inclino siempre por el optimista, ya que pienso que si no me han dicho alguna cosa antes, será que todo va bien. Pero esto no evita que esté presente cierta incertidumbre y preocupación en mi subconsciente o porque no decirlo...en mi consciente!!
Entras en el despacho, siempre frío y silencioso. Se palpa la tensión. El rostro de tu jefe se esfuerza por esbozar una sonrisa. “Está nervioso pero sonríe. No será una mala noticia, pero me incomoda su singular expresión”. El rápido análisis me tranquiliza porque veo que hay más nervios de su lado que del mío. Traga saliva y dice:
- Josep, tengo que comentarte una cosa…- Esta claro que no sabía como comenzar.
- Pues tu dirás.
- Los resultados actuales son excelentes, son extraordinarios...Pero no bastan. El año que viene tenemos que lograr mejorarlos- Su rostro palidece rápidamente.
La conversación deriva en la imposibilidad de superar los resultados, en la imposibilidad de ir más allá de la excelencia, en la imposibilidad de pedir rendir más...Pero aunque admitiendolo me da poderosas razones para que lo que pide tenga sentido. No es capricho.
Vuelvo a casa preocupado. Totalmente perdido de como enfocar y como analizar ese nuevo reto. Un reto absolutamente imposible. Un reto irreal. Un reto inalcanzable. Un listón tan alto que da vértigo. Redoblan en mi mente los tambores con el sonido del más difícil todavía como cuando en el circo se anuncia el próximo número del valiente y osado trapecista antes de desfiar a lo inimaginable. Me voy a dormir. “A ver si la almohada me ayuda a quitarme la parte emocional y encontrar soluciones al galimatías mental que tengo ahora mismo”, me impongo.
Al día siguiente me levanto, extrañamente emocionado y energético. Parece que la noche me ha sentado bien. Tengo mis ideas organizadas.
Primer tema a atacar:
¿El reto es ético, lógico y coherente?,
¿De que forma afecta a las personas de la empresa?,
¿Se mantienen los valores culturales?,
¿El reto se basa en necesidades empresariales?,
¿El reto menosprecia la valía de las personas o cuenta con ellas para el logro?,
¿Hay consciencia de que se está pidiendo algo increíblemente difícil?
¿El reto hará de la empresa un lugar más seguro, con más fuerza?
¿Crecerán las personas profesional, personal y económicamente?
¿Persiguen los nuevos objetivos el bien común?
¿Están alineados los intereses de accionistas y empleados?
….
Todas estas y más preguntas fluyen en mi mente a una velocidad endiablada. Y me doy cuenta que estaba aceptado el reto prácticamente de forma automática. “¿Como puede ser que lo esté aceptando con lo difícil que es?. ¿Seré masoquista?¿Temerario?”, me pregunto.
Sé que nada de eso forma parte de mi forma de ser. Mi reflexión y las palabras honestas y objetivas de mi jefe razonando el objetivo habían calado en mí. Y eso era importante. El reto era ético y necesario para asegurar la saludable existencia actual de la empresa. Tenía todo el sentido del mundo. Perseguía el bien común y haría de la empresa un lugar aún más seguro, más sólido y más prospero. Y por eso, aunque muy complicado y exigente, lo acabé aceptando. Esa es parte mi responsabilidad: asegurar la sostenibilidad económica de la empresa para el bien de accionistas y las familias que viven de ello. No podía ir en contra de mi misión profesional.
Decidí pensar en ello desde mis habilidades fuertes, desde mis fortalezas innatas. Quería enfocar el tema desde el bioflow, desde la motivación y la positividad. Necesita una supermotivación. Necesitaba sacar lo mejor de mí en este proceso. Solamente desde mi motivación más extrema podía arrancar el compromiso necesario para asegurar que el reto se iba a lograr. Para hacer que pasara habría que consumir mucha energía y mucha fuerza emocional...
Por lo que primero de todo ubiqué mis habilidades en la consciencia y sin perder tiempo practiqué el enfoque de la situación desde cada una de ellas. Todo fluía, todo aparecía con facilidad…
Pasé por el análisis del reto, después me metí de lleno en desglosar la situación actual. Automáticamente me aparecieron numerosas áreas de mejora de la organización. “¿Pero no estábamos en la excelencia?” me interrogué. Eso me animó. Viendo las cosas con otros ojos, con la mirada de un reto de mayor envergadura se estaban abriendo nuevos espacios, grandes oportunidades. Y eso que aún estaba pendiente la reflexión de los retos futuros prometedores a corto, medio y largo plazo.
Parecía mágico. Pero no, ¡era real!. La imposibilidad de logro se fue convirtiendo en realidad posible. Mi motivación iba en aumento. Mi adrenalina aumentaba. Una sonrisa de satisfacción iluminó mi rostro. Me sorprendí silbando de alegría, como entonando una marcha triunfal. Eso me animó a intensificar mi reflexión. Y después de unos minutos, tomé la decisión.
Cogí el teléfono y llamé a mi jefe:
- Lo imposible aunque muy difícil será posible. Pero me tienes que dejarlo hacer a mi manera.
Solamente en tus fortalezas encuentras el espacio de seguridad, compromiso y motivación necesario para alcanzar lo que hoy parece imposible pero que mañana será logrado.
Nadie te va a pedir “como” lograr sino “que” lograr. Y esa diferencia, en el como, hace que puedas lograr los éxitos o no.