Estas fiestas Navidades son un buen momento de vida para poder ver comportamientos humanos, que si bien son claros a lo largo del año, quedan más remarcados en estas fechas. Sin mediar palabras y casi con los actos puedes apreciar claramente aquellas personas que sienten desde el alma la alegría de estar juntos.
Pero estos días he tenido el privilegio de disfrutar de una experiencia jamás vivida.
Era el día 22 de diciembre y tenía que ir a buscar al aeropuerto de Barcelona a un invitado de la fiesta de Navidad de la empresa. Me anticipé más de una hora con el fin de no hacer tarde. Me tenía que asegurar que no fallaba en mi cometido: Era un invitado importante.
Me situé, no se por que, antes de una hora delante de la puerta de llegadas de los vuelos de la terminal 1 (la nueva). “¿No es demasiado pronto?” me dije.
Si, sin duda era demasiado pronto. Para distraerme active la antena virtual detectora de entorno, la que capta las conversaciones de alrededor. Había mucha gente y ruido en el lugar y ello auguraba distracción suficiente para el tiempo que quedaba.
La primera detección llegó pronto: Dos chicos de unos 30 años conversaban acerca de la madre de ella. Su acento argentino hacía intuir de que vendría desde Argentina. La chica estaba nerviosa y emocionada a la vez. Repetía una y otra vez las ganas que tenía de ver a su madre y todo el programa de actividades que tenía preparada para ella.
Su alegría de aquella hija impaciente por la llegada de su mamá era muy emocionante. Me alegró pensar de que hoy iban a vivir uno de aquellos momentos fantásticos que al vida te regala en la que las emociones son todas positivas y con la máxima intensidad que uno puede imaginar. “Que bonita emoción” me dije. Era de tal magnitud que me contagió la alegría.
Giré la antena a mi izquierda.
Segunda detección: Una familia formada por un matrimonio de unos 45 años, la abuela y un perrito. Me pareció entender que estaban esperando su hija que venía de estudiar en Estados Unidos. La madre estaba impaciente y repetía una y otra vez: “Ahora, ahora!”, mientras el marido le repetía que el vuelo aún no había aterrizado. De todas formas la calma del hombre se volvió histeria cuando exclamó: “Ahora sí, ahora sí!! El vuelo ha aterrizado!!!”. Y se abrazaron abuela, marido y mujer...mientras el perrito alegre saltaba de alegría como uno más de la familia.
Aquel abrazo de espera me hizo elevar mi concentración de adrenalina. Hasta yo me empecé a poner nervioso por la llegada de la hija y de la mamá argentina. Estaba feliz de haber decidido esperar una hora al invitado. “Esto es mejor que cualquier película. Ojalá se retrase el vuelo y pueda estar más tiempo viviendo esto!!”, me dije a mí mismo.
Decidí de efectuar el tercer giro de antena hacía la derecha.
Tercera detección: Era un matrimonio de unos 65 años. Se había puesto a charlar con la pareja con acento argentino. Se estaban explicando a quien estaban esperando cada uno de ellos. Además de confirmar mi sospecha de que la mamá venía de Argentina, me enteré de que habían venido a buscar a su hijo y a su mujer. Por trabajo estaban residiendo en Vietnam y regresaban por Navidad. Estaban especialmente emocionados. Tanto que la mujer no podía reprimir las lágrimas. Habían sido abuelos hacía unos tres meses y aún no conocían a su nieta. “bueno sí, la conocemos por internet, por el ordenador…”, comentaron.
Creo que esa fue la culminación que me dejó el corazón totalmente blando y el alma a flor de piel. “Que superemocionante que es esto de estar por Navidad esperando la llegada de los que llegan!!”, me dije. En ese momento recordé una serie de anuncios de televisión que ponían en la televisión cuando era niño que describían historias como las que estaba viviendo. “Vuelve a casa por Navidad de Turrones el Almendro”. “esto es como estar viviendo aquellas historias pero mejor….Que bonito es empezar el día sintiendo desde el alma. Que bonito es sentir las emociones de alguien que espera un ser querido. Que impresionante que es sentir su amor en el aire…” me estaba diciendo a mí mismo cuando se abrió la puerta acompañada con un grito que me destrozó el tímpano...pero daba igual. La chica argentina había visto salir a su madre.
Detrás de un carro lleno de maletas, aparecía una mujer de unos 70 años, con cara cansada pero con una sonrisa en su rostro de oreja a oreja. Esto seguro que había visto a su hija incluso desde detrás del cristal. En esos momentos noté el amor de madre e hija fluir y conectarse. Creo que la chica batió el récord de velocidad cuando corrió como poseída por ese amor abrazarse con su madre. Un abrazo intenso, conmovedor, sus cuerpos estaban como fusionado por la fuerza de sus brazos...Se me pusieron los pelos de punta!!!
Tardé unos minutos en recuperarme de la emoción. Apenas empezaba a serenar mis sentimientos cuando una chica de unos 17 años, con una mochila a las espaldas salía por la puerta. Era la chica que volvía de Estados Unidos!!...Arrancó a correr y se abrazó con su madre. Estuvieron abrazadas varios minutos. No quité ojo, porque era precioso. Las dos lloraban de alegría. La madre le acaricia tiernamente la cabeza y la chica se acurrucaba encontrando aquella seguridad que solamente se encuentra entre los brazos de la persona querida. Sin mediar palabra la chica estaba sintiendo aquel amor añorado. Seguramente en Estados Unidos había echado en falta los mimos, los cuidados, los guisos...que las madres con cariño hacen por sus hijos.
Mis ojos se empezaron a humedecer..No me sorprendí. Me gustaba sentir esa emoción. Me gustaba poder ser testigo de sentimientos tan nobles, tan puros, tan auténticos, tan especiales. El amor claro y transparente de gente que se quiere desde el alma.
También le llegó el turno del padre. Fue muy emocionante. El de la abuela...Y mientras el perrito emocionado movía la cola impaciente para que llegara su turno. Cuando le llegó expresó su alegría llenado de lametazos a la chica. Estuvieron muchos minutos abrazados, todos juntos...Y en todo momento la chica no dejó de llorar y llorar y llorar...Siempre con una sonrisa iluminada en su rostro. La misma sonrisa que tenía la mamá argentina. “¿Será la sonrisa del corazón contento?”, me pregunté.
Tuve que apartar la mirada porque se me había quedado clavada y el vuelo del invitado acababa de aterrizar.
Mientras esperaba que el invitado saliera por la puerta, vino el broche final a las emociones de mi mañana en el aeropuerto. Entraron los emigrantes de Vietnam con un bebé que dormía. Los abrazos entre abuelos, hijo, nuera y nieto fueron la culminación de todas las emociones. Sobretodo la abuela y madre que acariciaba a todos los tres que habían aparecido. La ternura de una abuela abrazando a su nieta me puso la piel de gallina. Y de nuevo aquella sonrisa especial iluminaba el rostro de aquella madre-abuela. “¡Si, sin duda es la sonrisa de la alegría del corazón y del alma!” me convencí.
Que emoción, que emoción, que emoción. Unas lágrimas satisfechas corrieron por mis mejillas. Gracias a todos ellos por hacerme testigo de sus emociones, de sus conmovedores encuentros, de sus tiernos abrazos, de sus dulces caricias, del cariño compartían, de la fuerza del amor!.
Me tuve que mentalizar mucho para prepararme atender al invitado. Cuando apareció por la puerta, él no lo sabía pero mi corazón estaba feliz de haber podido experimentar las emociones de personas que se quieren con la fuerza del amor verdadero.